El infinito en un junco de Irene Vallejo. El primer bibliotecario.

 "El nuevo encargado de la adquisición y el orden de los libros se llamaba Demetrio de Falero. Él inventó el oficio, hasta entonces inexistente, de bibliotecario. Sus años jóvenes le habían preparado para las tareas intelectuales y para el mando. Fue estudiante del Liceo y luego, durante una década, entró en el torbellino de la política. En Atenas había conocido la primera biblioteca organizada aplicando un sistema racional: la colección del mismísimo Aristóteles, apodado «el lector». Aristóteles, en más de doscientos tratados, buscó la estructura del mundo y la parceló (física, biología, astronomía, lógica, ética, estética, retórica, política, metafísica). Allí, entre los anaqueles de su maestro y el sosiego de sus clasificaciones, Demetrio debió de comprender que poseer libros es un ejercicio de equilibrio sobre la cuerda floja. Un esfuerzo por unir los pedazos dispersos del universo hasta formar un conjunto dotado de sentido. Una arquitectura armoniosa frente al caos. Una escultura de arena. La guarida donde protegemos todo aquello que tememos olvidar. La memoria del mundo. Un dique contra el tsunami del tiempo." 

Irene Vallejo - El infinito en un junco.

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