Prosa VII

Además de su bigote, su maleta era el elemento más característico de su imagen. Intentar esforzarte en cualquier otro detalle es complicado. El bigote es el centro de toda su gesticulación. Puedes saber su estado en cada momento fijándote en los pequeños matices que el movimiento de su labio superior forma en el bigote. Y la maleta, que decir, unos días despliega un blanco celestial que podría relacionarse con una película de las que emiten por semana santa. Ya es sorprendente una maleta blanca, pero aún lo es más sus transformaciones camaleónicas en cada circunstancia. Un hombre bajo, regordete y mal vestido, bastante feo y muy desagradable en cualquier otra persona hubiese conseguido obviar estos dos detalles. Todos los días venía al bar y contaba una historia, una teoría que entretenía a los clientes que al terminar él su discurso se reían sin saber cual era la razón. Comentaban el nuevo movimiento de su bigote e intentaban averiguar que llevaba en su maleta, su interior era un enigma que a nadie pasaba desapercibido. Ninguno sabíamos donde vivía o cual era su sustento. Su ropa no era de lujo pero si denotaba cierto nivel de vida. Es decir, que no se moría de hambre. Ayer nos sorprendió a todos y anunció que hoy mostraría el interior de su maleta, y que olvidaríamos las risas y las especulaciones, que descubríamos que es de verdad la vida. Ha conseguido que no riamos desde ayer, acaba de llegar, ha colocado su maleta sobre la barra, y sin poder dudar que es la misma de cada día, su color recuerda a la oscuridad del fondo del mar...

Comentarios

María Ruiz de Apodaca ha dicho que…
Ahhh, tanto tiempo sin pasar por aquí y que cantidad de novedades...Qué recuerdos me trae este señor con su bigotito y su maleta...

Besos

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